En medio de la rutina y el ajetreo diario, muchas veces pasamos por alto lo valioso que puede ser detenernos un momento para reconocer lo que tenemos y agradecerlo. Practicar la gratitud no significa ignorar los problemas, sino aprender a enfocar nuestra atención en los aspectos positivos de la vida. Este sencillo hábito tiene un impacto profundo en la salud emocional, ayudando a reducir la ansiedad, mejorar el estado de ánimo y fortalecer nuestras relaciones.
La gratitud actúa como un recordatorio de que, a pesar de las dificultades, existen razones para sentirnos satisfechos. Estudios en psicología positiva han demostrado que quienes practican este hábito experimentan mayores niveles de bienestar subjetivo, lo cual contribuye a la resiliencia frente a situaciones estresantes. En el contexto local, donde el día a día puede estar marcado por retos económicos y sociales, detenerse a valorar lo bueno que tenemos es un recurso emocional de gran poder.
Un diario de gratitud, por ejemplo, es una herramienta sencilla y eficaz. Al escribir cada noche tres cosas por las cuales te sientas agradecido, entrenas tu mente para enfocarse en lo positivo. Otro ejercicio consiste en expresar agradecimiento directamente a las personas que hacen parte de tu vida, ya sea mediante palabras, mensajes o pequeños gestos. Estas prácticas fortalecen la empatía y mejoran los vínculos sociales, fundamentales para una vida más plena.
En el ámbito familiar, enseñar a los niños a agradecer desde temprana edad fomenta una actitud de valoración y respeto hacia los demás. En los entornos laborales, reconocer el esfuerzo de los compañeros incrementa la motivación y el sentido de pertenencia. De esta manera, la gratitud trasciende lo personal y se convierte en una herramienta que impacta colectivamente.
En tiempos donde las noticias y la incertidumbre pueden generar desánimo, elegir
conscientemente practicar la gratitud es un antídoto contra la negatividad. No se trata de negar
la realidad, sino de equilibrarla, recordando que también hay avances, aprendizajes y motivos
para sentir esperanza.
Adoptar la gratitud como un hábito diario no requiere grandes esfuerzos, solo disposición y
constancia. Pequeños actos, como dar gracias por la comida, por una conversación significativa o
por la salud, tienen un efecto acumulativo en nuestro bienestar emocional.
En este camino hacia una vida más plena, recordar que no estamos solos también es
fundamental. Espacios colectivos como los que promueve Coomeva potencian estas prácticas de crecimiento personal y comunitario, brindando apoyo en la construcción de un bienestar integral.
Agradecer cada día no solo transforma tu estado de ánimo, sino también la manera en que te
relacionas con el mundo.
Referencias
• Emmons, R. A., & McCullough, M. E. (2003). Counting blessings versus burdens: An experimental investigation of gratitude and subjective well-being in daily life. Journal of Personality and Social Psychology, 84(2), 377–389.
• Wood, A. M., Froh, J. J., & Geraghty, A. W. A. (2010). Gratitude and well-being: A review and theoretical integration. Clinical Psychology Review, 30(7), 890–905.