Poseer un techo propio no es simplemente un objetivo económico o una conquista personal, es un manantial profundo de serenidad ante el futuro. Aquella persona que logra ese sueño entiende que no solo es necesario tener una estructura de ladrillos y cemento, sino garantizar un lugar donde la vida puede florecer con libertad, seguridad y estabilidad.
En un mundo lleno de incertidumbres, tener una casa propia simboliza una inestimable certeza, un santuario en todas las formas de la palabra.
La serenidad que brinda la vivienda propia se refleja en las actividades diarias. Entender que no depende de un alquiler, que no existirán aumentos imprevistos o la amenaza continua de ser desalojado, mitiga una carga emocional que a menudo se deja pasar. Para numerosas familias, el pago mensual por un espacio que no les pertenece provoca ansiedad, mientras que invertir en un hogar propio posibilita convertir ese esfuerzo financiero en patrimonio, en algo que perdura, que se expande y que puede transmitirse.
Además, tener una vivienda propia es un método específico para salvaguardar el futuro. Es una inversión que se aprecia con el paso del tiempo y que puede apoyar decisiones relevantes en el futuro, como iniciar negocios, realizar estudios o asistir a otros familiares. Incluso en periodos de crisis financiera, una vivienda puede transformarse en un recurso que ofrezca alternativas y opciones. No es exagerado afirmar que poseer una vivienda representa tener un fundamento sólido para edificar el resto de la existencia.
Desde un punto de vista emocional, la propia casa también brinda la oportunidad de forjar identidad. Es el sitio donde se pueden tomar decisiones sin solicitar autorización, donde se aspira a mejorar, donde se festejan éxitos y se vencen dificultades. No es simplemente una casa, es un lugar que muestra nuestra identidad y el rumbo que deseamos seguir. El mero hecho de poseer las llaves de una puerta que es de uno mismo, transforma la manera en que se aborda la vida cotidiana.
Naturalmente, obtener una casa propia demanda planificación, dedicación y una visión a largo plazo. No es siempre una ruta fácil, pero sí es una que merece la pena. Ahorrar, conocer los subsidios disponibles, cotejar alternativas y recibir una orientación adecuada son acciones que se aproximan a ese objetivo. La serenidad que proporciona poseer un techo propio no se adquiere de una noche a otra, pero cada elección correcta ayuda a edificarla. Te invito a que conozcas los programas de vivienda que ofrece la Cooperativa Coomeva.
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