Disponer de un fondo de emergencia es una decisión liberadora y práctica para los estudiantes y los trabajadores jóvenes, ya que les protege frente a eventualidades sin perjudicar sus proyectos laborales o académicos. Contar con un colchón financiero en períodos de la vida en que los ingresos fluctúan y las prioridades cambian rápidamente hace posible cubrir gastos imprevistos como atención médica, reparaciones o la pérdida temporal de ingresos. Esto evita tener que recurrir a créditos caros, que pueden generar estrés financiero y retrasar objetivos.
El primer paso es establecer un objetivo específico y realizable. Para aquellos que tienen ingresos irregulares, acumular entre uno y tres meses de gastos básicos proporciona una base realista; para los que reciben sueldos estables, tener la meta de tres a seis meses ofrece más seguridad. Para alumnos que dependen en cierta medida de becas o del apoyo familiar, es una táctica inteligente comenzar con contribuciones pequeñas y regulares: la disciplina en el ahorro suele superar a la cantidad inicial y acaba formando una reserva útil con el tiempo.
El ejercicio cotidiano supone la revisión del presupuesto y la identificación de gastos que no
son necesarios y que se pueden destinar al fondo. Al programar las transferencias el día
que se recibe la nómina o la asignación, y al fijarlas en un porcentaje fijo del ingreso, se
simplifica el cumplimiento y se evita la tentación de gastar esos recursos. Conservar el
dinero en una cuenta diferente de la que se utiliza a diario, pero a la que se puede acceder
en caso de emergencia, contribuye a mantener la intención de ahorrar y disminuye las
retiradas espontáneas.
La necesidad de liquidez determina la selección del instrumento financiero apropiado. Para
objetivos de corto plazo, es recomendable utilizar una cuenta de ahorros o un producto de
ahorro programado que permita retiros sin penalizaciones excesivas; invertir el colchón en
activos volátiles va en contra de su función protectora. Es posible evaluar opciones
conservadoras para maximizar el rendimiento una vez que el fondo alcanza la cantidad
objetivo, teniendo en cuenta siempre que la reserva principal debe mantenerse líquida y
accesible para verdaderas emergencias.
Si el presupuesto familiar o compartido respalda el ahorro, es fundamental tener comunicación y reglas claras. Definir cuándo se podrá usar el fondo, cómo se construirá y qué pasos seguir después de un retiro previene confusiones y asegura que el plan siga siendo coherente. Asimismo, el desarrollo de capacidades esenciales de gestión —como registrar los gastos, comparar precios y planear las compras— aumenta la eficacia del fondo y refuerza la autonomía económica a medio plazo. Te invito a conocer los programas de educación financiera que ofrece la Cooperativa Coomeva.