Seguramente recordarás que en muchas películas y series estadounidenses, recrean una escena típica de la vida norteamericana, con sus casas con jardín, entradas al garaje, con un vehículo y un puesto de venta de limonada y un niño pequeño a cargo de dicho puesto, tratando de ganar dinero para comprarse algo. Esta escena es parte de la cultura norteamericana porque refleja el concepto que poseen de emprendimiento.
El niño estadounidense aprende que contar con iniciativa, montar pequeños negocios y su trabajo personal, pueden tener una recompensa de tipo económico, y que el resultado que obtenga va a depender de:
De esta forma, los niños aprenden que los logros requieren esfuerzo, que deben luchar por sus ideas, y empiezan a comprender el concepto de oferta y demanda que caracteriza al mercado. Es decir, aprenden a emprender. Por supuesto, esto ocurre gracias a la colaboración de los adultos, familiares y desconocidos que compran la limonada.
Claro, esta escena no sería factible verla en los países latinos, porque si un niño pusiera un puesto de limonada en la calle, tendría que enfrentar la cruda realidad, que no encontraría clientes para su producto y sí muchos obstáculos para su potencial negocio, entre otros la exigencia de permisos para la venta de su producto.
Entre las características que se esperan en la familia de niños emprendedores están:
La familia es el primer factor que facilita o inhibe al futuro emprendedor. La familia ejerce su influencia por elementos como:
Es indudable, que si un niño proviene de una familia relacionada con los negocios, este hecho será una de las principales motivaciones de su acción para emprender. Por supuesto, también son frecuentes los casos de niños emprendedores en familias sin antecedentes con los negocios, pero que han vivido en un clima de armonía y afecto, con decisión de lucha contra cualquier adversidad, que sirven de motivadores para que el niño inicie en el mundo del emprendimiento.
Una de las tareas más importantes de los padres es crear un ambiente de confianza y seguridad en el cual el niño se sienta querido y capaz, de tal forma que la confianza en sí mismo le haga capaz de afrontar retos e implementar estrategias que le permitan progresar en un futuro en cualquier medio en que se desenvuelva.