El campismo sostenible y sin dejar huella es más que una tendencia, es una forma de disfrutar de la naturaleza de manera consciente y respetuosa. Para una persona que ama estar al aire libre, acampar es una de las formas más puras de desconectarse del ruido de la ciudad y reconectar con el entorno natural.
Sin embargo, quienes se aventuran a pasar noches bajo las estrellas saben que tienen la responsabilidad de minimizar el impacto que dejan a su paso, para que otros puedan disfrutar de la misma experiencia en el futuro.
Imaginemos a una persona, quizás con su mochila al hombro, buscando ese rincón perfecto para montar su carpa en un paraje natural. Desde el primer momento, es consciente de que ese lugar no le pertenece y que debe tratarlo con el máximo respeto. Escoge un terreno que ya ha sido designado para campistas o uno que no afecte la vegetación sensible. No busca invadir o alterar el espacio, sino ser un visitante temporal que apenas deje rastros de su presencia.
Mientras avanza el día, el campista se prepara para disfrutar del lugar, pero siempre manteniendo en mente que todo lo que lleve consigo, también deberá llevárselo de vuelta. Sabe que dejar basura, aunque sea biodegradable, no es una opción. Cada envoltorio, cada botella vacía, todo regresa con él. Es un compromiso que asume sin quejas, porque entiende que parte de la belleza del campismo es poder dejar el lugar exactamente como lo encontró, intacto para quienes vendrán después.
Quizás en la noche, mientras contempla el cielo estrellado, se enfrenta a la tentación de encender una fogata. Sin embargo, sabe que no siempre es necesario. Opta por una pequeña estufa portátil para cocinar, evitando la fogata que, aunque romántica, puede dejar cicatrices en el suelo o incluso provocar un incendio si no se maneja correctamente. En algunos lugares, las fogatas están prohibidas precisamente por esta razón, y los campistas responsables lo entienden.
Durante su estancia, este campista también es consciente de la vida que lo rodea. Los animales que habitan esos lugares no son mascotas ni deben ser alimentados. Mantiene su comida bien guardada, no solo para protegerla de intrusos curiosos, sino para evitar que los animales se acostumbren a depender de los humanos. Al final, su deseo es ser parte de ese entorno natural por unos días, no alterarlo o cambiar la manera en que las criaturas viven allí. El agua es otro recurso que valora. Si necesita usar agua de una fuente natural, la recoge con cuidado, asegurándose de no contaminarla. El agua no es solo suya, sino también de las plantas y animales que dependen de ella. Te invito a que conozcas los programas de recreación y turismo que ofrece la Cooperativa Coomeva para sus asociados y también conoce los programas ecológicos de la Cooperativa para reducir el impacto ambiental.
