Equivocarse es parte de la vida, pero en el mundo del emprendimiento adquiere un valor especial. Los errores suelen ser vistos como retrocesos dolorosos, cuando en realidad pueden convertirse en herramientas formativas que impulsan el crecimiento personal y profesional. La clave está en aprender a interpretarlos, gestionarlos y utilizarlos como aliados en lugar de adversarios.

Los tropiezos suelen abrir puertas a soluciones inesperadas. Grandes inventos de la historia, como el microondas o la penicilina, surgieron de equivocaciones o accidentes científicos. En los negocios ocurre lo mismo: un plan que no resulta como se esperaba puede dar origen a un modelo más eficiente o a un producto mejor adaptado a las necesidades del mercado. Reconocer el error como una oportunidad creativa transforma la percepción que se tiene de él.
El verdadero aprendizaje no radica únicamente en aceptar que se cometió un error, sino en evitar que se repita. Para ello, resulta útil implementar procesos de retroalimentación: analizar lo sucedido, identificar causas y establecer nuevas estrategias. Esta práctica fortalece la capacidad de tomar decisiones conscientes y reduce los riesgos de caer en patrones poco efectivos.
Asumir un error no siempre es sencillo. Puede despertar sentimientos de frustración o incluso de fracaso personal. Aquí es donde entra la resiliencia: la habilidad de recuperarse, adaptarse y seguir adelante pese a las adversidades. Un emprendedor resiliente no niega la dificultad, pero entiende que cada obstáculo superado se convierte en un recurso para enfrentar los siguientes retos con mayor fortaleza.
Convertir los errores en maestros requiere cultivar una mentalidad abierta al aprendizaje. Esto implica aceptar que equivocarse no disminuye el valor de una persona, sino que revela áreas de mejora. Al cambiar el enfoque de “he fallado” a “he aprendido”, se genera un entorno más favorable para experimentar, innovar y crecer tanto a nivel personal como empresarial.
En los equipos de trabajo, es recomendable fomentar un ambiente donde el error no sea castigado, sino analizado. Esta cultura organizacional permite que las personas propongan ideas sin temor, lo que estimula la creatividad colectiva. Cuantas más oportunidades existan para probar y ajustar, mayores serán las probabilidades de lograr soluciones exitosas.

En definitiva, los errores dejan de ser obstáculos cuando se convierten en experiencias que fortalecen el carácter, mejoran la toma de decisiones y potencian la innovación. Lo importante no es evitarlos a toda costa, sino saber qué hacer después de cometerlos.
Desde Coomeva, se acompaña a los emprendedores en este proceso, promoviendo una
visión positiva donde cada error se transforma en un escalón hacia metas más grandes y
sostenibles.
Referencias
• Cannon, M. D., & Edmondson, A. C. (2005). Failing to Learn and Learning to Fail Intelligently. Academy of Management Review, 30(2), 299-319.
• Sitkin, S. B. (1992). Learning Through Failure: The Strategy of Small Losses. Research in Organizational Behavior, 14, 231-266.