Cuando una persona opta por enfrentar el desafío de adquirir una vivienda, crear un plan económico sólido desde una etapa joven establece la diferencia entre un sueño imposibles y un objetivo posible. Iniciar el ahorro y la organización financiera en los primeros empleos o incluso durante los estudios facilita la acumulación de un soporte que, con el paso del tiempo,
se transformará en el fundamento para una cuota inicial adecuada y en la evidencia de solvencia ante las compañías de crédito. Este proceso no es un sacrificio, sino una inversión en la tranquilidad y en la libertad de elegir el hogar que se desea.
Lo primero que el individuo debe hacer es crear un presupuesto mensual exacto, en el que se detallen los ingresos y los costos de mayor importancia. Al asignar una fracción constante de los ingresos frecuentemente un 10% o más a un fondo exclusivamente destinado a la vivienda, se establece un hábito de ahorro permanente. Considerar ese aporte como un "gasto fijo" contribuye a mantener la disciplina y a prevenir la tentación de emplearlo en consumos impulsivos. Cada transacción programada fortalece la seguridad de que, mes a mes, ese monto progresa hacia el objetivo.
El siguiente paso consiste en controlar los “gastos hormiga” que, aunque pequeños, pueden desacelerar el progreso. Aceptar suscripciones no empleadas, cafés adquiridos fuera de casa o compras compulsivas de fin de semana facilita la reasignación de esos recursos al fondo de la vivienda. Mediante aplicaciones de finanzas personales, el individuo tiene la posibilidad de etiquetar cada desembolso y recibir notificaciones al aproximarse al límite establecido. Así, transforma la disminución de costos en una costumbre consciente y estimulante.
Simultáneamente, es beneficioso iniciar la construcción de un historial crediticio firme. Establecer una tarjeta de crédito garantizada o administrar un pequeño préstamo educativo, siempre realizando los pagos puntualmente y manteniendo el uso del crédito por debajo del 30% del límite disponible, genera confianza frente a bancos e instituciones financieras. Con un historial claro y evidencias de pago a tiempo, se potencia la posición al pedir un crédito hipotecario.
La inversión de una porción del ahorro en instrumentos de riesgo bajo, como fondos de inversión o cuentas de ahorro programadas con rendimientos preferentes, impulsa el incremento del capital. El interés compuesto y los rendimientos regulares benefician al joven ahorrador, incrementando cada aporte. Elegir productos financieros que faciliten la automatización de los depósitos y proporcionen claridad en costos y comisiones ayuda a generar seguridad y prevenir obstáculos desagradables.
Por último, es esencial fijar metas intermedias y celebrar cada logro. Establecer objetivos llegar al 25 %, al 50 % o al 75 % del monto requerido y evaluar el progreso trimestralmente genera un ciclo de retroalimentación favorable. Además, compartir estos objetivos con familiares o amigos que estén interesados en proyectos parecidos fortalece la dedicación y crea un ambiente de respaldo. Te invito a conocer los programas de vivienda de la Cooperativa Coomeva.