Los hábitos constan de tres componentes: un comportamiento desencadenante y una recompensa. Por ejemplo, el hambre desencadena la búsqueda de comida, esta es una acción que recibimos como recompensa y para saciar nuestra hambre. El problema es cuando los hábitos o la falta de buenos hábitos interfieren en la salud y la convivencia, impidiéndote vivir una vida feliz y alcanzar tus objetivos.
Sin embargo, algunas personas encuentran que los grandes cambios dan resultados inmediatos y son motivadores, mientras que otras encuentran que los cambios pequeños son más fáciles de mantener y producen resultados a largo plazo, aunque esto dura mucho tiempo. Algunos dicen que cuando tienes una meta clara y trabajas duro para lograrla, desarrollas hábitos sin siquiera darte cuenta. Otros dicen que la clave es cambiar el sistema y crear un cronograma en lugar de concentrarse en sus objetivos.
No lo programes, parece imposible, y parece aún más imposible cuando te dicen que requiere una fuerza de voluntad misteriosa y esquiva.
Esta teoría se conoce como agotamiento del ego y aunque esta teoría fue aceptada durante mucho tiempo, resultó que existían problemas de reproducibilidad. Un estudio encontró que las personas que creían en el agotamiento del ego presentaban un efecto placebo y tenían una fuerza de voluntad limitada. Hoy es una incógnita, y a pesar de que tenemos respuestas, sabemos muy poco sobre cómo funciona realmente la fuerza de voluntad.
Lo que sí sabemos es que la corteza prefrontal es responsable de la fuerza de voluntad, pero como la corteza prefrontal es una región menos desarrollada, es muy débil y puede usarse en situaciones estresantes, sueño, ansiedad, etc. Entonces el interruptor se apagará.
Depender únicamente de la fuerza de voluntad para detener su comportamiento no es muy eficaz.
Los factores socioeconómicos y emocionales también afectan nuestra fuerza de voluntad. Los niños que no comíamos dulces hacíamos todo lo posible para evitar pensar en ellos, aprendimos mediante tortura que jugar con los dulces evitaría mirarlos y tratar de comerlos.
Utilizar la fuerza de voluntad para cambiar un hábito se basa en evitar esa conducta. Sin embargo, para no depender de la fuerza de voluntad, es fácil evitar los desencadenantes.
Si se quiere evitar las redes sociales durante el horario laboral, bloquéalas usando la aplicación, lo mismo si quieres dejar de consumir azúcar. Cuando una tentación es inevitable y es muy difícil evitar la conducta, es más eficaz evitar el contacto con la tentación que resistirla.
Las recompensas se pueden cambiar, no todas las acciones se convierten en hábitos, tu cerebro decide qué se convierte en un hábito y qué no, y lo hace en función de la recompensa que recibes. Desgraciadamente, suele ser nuestro cerebro primitivo o mente de mono el que nos dirige hacia personas, lugares y cosas. Las mentes primitivas solo se preocupan por sobrevivir el tiempo suficiente para reproducirse, no piensan mucho en el futuro y prefieren recompensas inmediatas. Naturalmente, prefiere los hábitos alimenticios ricos en grasas y azúcares. Ya no son sinónimo de supervivencia, sino de hábitos que poco a poco mueren. Si sigues asociando una recompensa con algo bueno, se mantendrá o crecerá.