Comprar casa o seguir arrendando. El dilema eterno de la adultez. Uno que se cuela entre cafés, planillas de Excel y conversaciones con amigos que juran tener “el dato del año”. Pero más allá de la calculadora, la respuesta no siempre está en los números: está en el estilo de vida que quieres construir.
Arrendar puede sentirse como esa relación cómoda pero sin compromiso: te da libertad, no te ata, puedes irte cuando quieras. Pero también es efímero. Al final, los años pasan y, como arena entre los dedos, lo que pagas mes a mes desaparece sin dejar cimientos. Comprar, en cambio, es una promesa contigo mismo. Es plantar raíces, aunque el mundo corra. Es construir estabilidad, incluso cuando la vida parece improvisación.

Es la libertad frente a la permanencia. Pero ¿y si te dijera que tener tu propia vivienda también puede ser libertad? Libertad de no depender de un aumento en el arriendo cada año, de decorar tus paredes sin pedir permiso, de tener un espacio que hable de ti y crezca contigo.
Según el DANE (2024), más del 60 % de los jóvenes entre 25 y 35 años en Colombia sueñan con tener vivienda propia, pero el miedo al endeudamiento o la falta de información los detiene. Lo cierto es que comprar casa no es una decisión impulsiva: es una estrategia de vida. Una inversión que, bien planificada, se convierte en el primer paso hacia la independencia financiera.
La clave está en organizarse. Si gastas en arriendo lo mismo que podrías pagar por una cuota mensual, estás financiando el patrimonio de alguien más. En cambio, al comprar, construyes el tuyo. Y no necesitas ser millonario para lograrlo: hoy existen programas, subsidios y créditos diseñados para jóvenes profesionales que quieren dar ese paso sin perder su calidad de vida.
Comprar vivienda también es una forma de apostar por el futuro. Como señala La República (2024), el valor promedio de los inmuebles en las principales ciudades del país ha crecido entre un 5 % y un 8 % anual. Eso significa que una decisión que tomas hoy puede multiplicarse mañana.
Y claro, el proceso puede parecer abrumador —tasas, papeles, trámites—, pero hay algo mágico en ese momento en que entregan las llaves. Es como si el mundo se alineara para decirte: “lo lograste”. Ese instante vale cada esfuerzo, cada número revisado y cada firma estampada. Así que, si estás en esa encrucijada entre arrendar o comprar, piensa en esto: la renta se va, pero la inversión permanece. La casa no solo es ladrillo y cemento, es el escenario de tus próximos capítulos.

El Programa de Vivienda para Todos de Coomeva te acompaña para que ese sueño deje de ser un plan a largo plazo y se convierta en tu dirección actual. Porque tener casa propia no es solo un objetivo… es construir tu lugar en el mundo.