En nuestro día a día, el hogar se ha convertido en mucho más que un lugar donde descansar: es nuestro refugio, nuestro espacio de creación y, en muchos casos, también nuestro lugar de trabajo. Por eso, la decoración ha tomado un papel protagónico en el bienestar emocional y mental, convirtiéndose en una forma moderna de esparcimiento.
Dedicar tiempo a decorar no solo embellece el entorno, sino que también se convierte en una actividad terapéutica, capaz de generar calma, motivación y alegría
El entorno influye directamente en nuestro estado de ánimo. Un espacio desordenado o sin luz natural puede transmitir cansancio o ansiedad, mientras que uno equilibrado, con armonía visual y buena ventilación, estimula la serenidad y la concentración. Decorar, entonces, no es un acto superficial: es una forma de cuidar de nosotros mismos, creando ambientes que reflejen lo que somos y lo que queremos sentir.
Pintar una pared, reorganizar los muebles, elegir nuevas plantas o diseñar un rincón de lectura son pequeñas acciones que nos desconectan del estrés cotidiano. Estas actividades fomentan la creatividad, la atención plena y el disfrute del presente. Además, involucrar a la familia en la decoración convierte la experiencia en un momento de unión y diversión.
El feng shui propone equilibrar la energía del hogar a través de la ubicación de los objetos, los colores y los elementos naturales. Algunas recomendaciones simples para aplicar esta filosofía en el día a día son:
Estas prácticas no solo mejoran la estética, sino que promueven una sensación de equilibrio interior que se refleja en todas las áreas de la vida.
El esparcimiento no siempre requiere salir de casa. A veces basta con redescubrir nuestros espacios para convertirlos en lugares que inviten al descanso, la lectura o la meditación.
Crear un rincón con aromas agradables, texturas suaves y buena iluminación puede convertirse en tu oasis personal para reconectarte contigo mismo.

La decoración consciente nos recuerda que nuestro entorno puede ser una extensión de nuestra felicidad. Cada detalle que elegimos —una vela, una planta, un cuadro— puede tener un significado emocional y aportar armonía. El objetivo no es la perfección, sino disfrutar del proceso y permitir que cada espacio hable de nosotros.
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