En la mitología griega, Ifigenia (en griego Ίφιγένεια Iphigeneia, ‘mujer de raza fuerte’), era hija del rey Agamenón y la reina Clitemestra. A veces, Ifigenia es considerada hija de Teseo y Helena, y que fue criada por Agamenón y Clitemestra. Ifigenia fue pedida en sacrificio a Agamenón para continuar su camino a Troya.
La vida de Ifigenia ha sido llevada a varias adaptaciones literarias, musicales (óera, ballet), pinturas y películas. En este artículo, me referiré a la parte literaria, mencionando el abordaje que hizo el escritor Johann Wolfgang Von Goethe. Goethe nació en Fráncfort del Meno el 28 de agosto de 1749, y murió el 22 de marzo de 1832. Fue dramaturgo, poeta, novelista y naturalista alemán que ejerció gran influencia en el Romanticismo.
Agamenón, rey de Argos y de Micenas, era hijo de Atreo y de Aerope, y hermano de Menelao. A la muerte de su padre, Agamenón se refugia en Esparta con su hermano, y allí se casó con Clitemestra, mientras su hermano lo hacía con Helena, hija de Tíndaro, rey de la ciudad. Con la ayuda de su suegro, Agamenón recuperó Micenas del poder del usurpador Egisto, y, convertido en el más poderoso príncipe griego, fue jefe supremo de los Aqueos en la guerra contra Troya. Antes de partir, y para aplacar a Artemisa, consintió en sacrificar a su hija, pero la diosa salvó a la joven, sustituyéndola por una cierva. Agamenón es asesinado por Egisto y Clitemestra. Este crimen es vengado por Orestes.
Ifigenia es una figura sobresaliente de la tragedia griega. Es una historia antigua griega, y como dice Valerio Massiano en su libro “Acrópolis”, este pueblo no tenía una teología rígida ni dogmas de fe. Sus historias se adaptaban de acuerdo con los cambios sociales, políticos y económicos.
En la obra de Goethe, la historia de Ifigenia tiene la misma esencia frente a otros autores (como Eurípides), sólo que Goethe relata los hechos más profundamente.
Agamenón creyó preciso sacrificar a su hija en el puerto de Áulide, en donde reunió una escuadra de mil naves, teniendo la esperanza que los Acállanos triunfasen contra Lión para vengar las bodas adúlteras de Helena. Por la falta de viento, el rey acudió a la adivinación del fuego, y por boca de Calcas, se le pide que sacrifique a su hija, ya que el monarca había ofrecido a Diana lo más bello que había producido el año. Ifigenia fue llevada al altar de la diosa, pero ésta se la arrebató a los Acállanos poniendo una cierva en su lugar, llevando luego a Ifigenia a Táuride.
Fue la diosa Diana quien impidió que soplaran los vientos en el puerto de Áulide para que zarparan las naves de Agamenón. Y cuando Ifigenia fue reemplazada por la cierva, la diosa hizo que la sangre del animal envolviera a Ifigenia en una nube que la transporta al templo de la divinidad en Táuride. Ifigenia se convierte en su sacerdotisa.
Sobre la infancia de Ifigenia, Goethe cuenta que Agamenón y Clitemestra esperaban un hijo varón. Al cumplirse ese deseo, lo empezaron a formar como tal. Cuando Ifigenia era aún niña, aconteció el rapto de Hipoodamia, la mujer más bella. Agamenón, para vengar este secuestro, hizo que el poder de los príncipes griegos acampasen junto a los muros de Troya. Es por eso que Agamenón llega a Áulide, donde se decide el sacrificio de Ifigenia.
Eurípides cuenta que llegó un boyero al templo, para informar a Ifigenia de la llegada de dos jóvenes extranjeros, los cuales los habían capturado y llevado ante Toas, el rey de los tauros, quien los enviaba a la sacerdotisa para que los sacrificara. Según una antigua ley, se acostumbraba sacrificar a Artemisa todo extranjero que llegara al país. El rey Thoas (he aquí una diferencia con la obra de Eurípides, por la escritura del nombre), habla con Ifigenia, informándole que tiene a los extranjeros en su poder.
Orestes se acongoja por la muerte de Ifigenia, pero Pilades le recuerda que el dios Apolo le había prometido que encontraría consuelo en el santuario de Diana. Orestes no se da a conocer a su hermana inmediatamente. Más cuando lo hace, le pide que salve a su amigo Pilades.
Ifigenia decide planear la fuga para evitar el sacrificio, y poder regresar a Argos. Orestes es castigado por asesinar a su madre, y es perseguido por las Erinias, y en Atenas, es sometido a juicio, pero Febo lo salva, y lo envía a robar la estatua de la diosa. Goethe relata que, cuando Toas se entera de la ida de Ifigenia y los jóvenes, decide atacarlos, pero la sacerdotisa le recuerda que está en un lugar sagrado. El monarca le exige a Orestes que demuestre que es el hijo de Agamenón. El joven le muestra la espada con que su padre había luchado, y con la que el asesino lo había matado. El monarca pretende enfrentarse a Orestes, pero Ifigenia le sugiere que piense en las consecuencias. Ella lo convence que los deje partir, y es así como tienen una despedida maravillosa.
Es realmente Goethe quien, mostrando un poco la vida pasada de los personajes, ayuda a entender el porqué del comportamiento de éstos. De esta forma, el lector puede empaparse más de la historia, y anhelar conocer su final.