En un entorno socioeconómico como el actual, está claro que nuestro perfil profesional debe ser empático, disruptivo y colaborativo. Todas estas cualidades son sinónimos de liderazgo, lo que incrementa la sensación de seguridad que los demás tendrán al interactuar con nosotros, además de mejorar la conexión personal y colectiva en ámbitos laborales. Si tenemos en cuenta que numerosas situaciones diarias requieren de un líder para empoderar a toda la comunidad, habría que preguntarse:
Con la llegada de la cuarta revolución industrial, las responsabilidades de un líder han crecido de manera superlativa. Se hace imprescindible, por ejemplo, que tenga la capacidad de autoevaluarse y de reconocer sus virtudes tanto como sus falencias. Así mismo, deberá identificar nuevas oportunidades y herramientas que faciliten el acercamiento a modelos más colaborativos, con el fin de perfeccionar la visión estratégica de su organización.
Por consiguiente,
los sistemas educativos
deben enfocar sus procesos de formación hacia la construcción de un liderazgo moderno, capaz de adaptarse a cualquier cambio, enfrentar mejor las dificultades que puedan surgir y diseñar soluciones a corto o mediano plazo. El líder del futuro tendrá que incorporar la inteligencia emocional a su proceso de trabajo para que la toma de decisiones y la forma de interactuar con cada entorno se desarrolle de manera más receptiva y fácil de entender.
De acuerdo con
Margaret Thatcher
los mejores líderes siempre se rodean de gente estupenda. Esta frase es clave para entender que la primera herramienta de un líder es el trabajo en equipo, a partir de la escucha activa y la constante atención a los problemas de la comunidad. Así es como se construye una autoestima colectiva más genuina, que es la característica fundamental de los grandes equipos de trabajo que han impulsado negocios e ideas de reconocido éxito.
Por supuesto, dicha autoestima también crece
gracias al ejemplo de un líder transparente,
que sepa conciliar satisfactoriamente la sinergia entre lo personal y lo laboral sin caer en
juicios o categorizaciones apresuradas de colegas, clientes o interlocutores.
La educación con énfasis en el liderazgo tiene que brindar bases sólidas de criterio,
responsabilidad y valores, estrechamente relacionadas con el proceso de formación personal,
moral e intelectual, sea cual sea el área específica de estudio. En consecuencia, el líder
del futuro se proyecta, gracias a su capacidad de generar conocimiento y de resolver
problemas, como una figura capaz de trascender su comunidad específica y realizar
grandes aportes a la región.