Los avances que redefinen casi a diario el panorama de nuestra era tecnológica son una buena oportunidad para analizar nuestro perfil en busca de conocimientos que debemos adquirir o actualizar, llegado el caso. Las habilidades digitales básicas se distinguen porque su valor se extiende mucho más allá del espacio laboral. Dominar con soltura los procesadores de texto o las hojas de cálculo disponibles en software y en aplicaciones web, por ejemplo, nos hace funcionales para un número creciente de trámites y requerimientos obligatorios para la vida adulta, mientras que otros programas, como los que permiten desarrollar videos o podcasts, estimulan la creatividad y nos ayudan a renovar nuestra capacidad de innovación
Cabe aclarar, no obstante, que estas habilidades digitales no se refieren simplemente al conocimiento de algún programa específico, sino más bien al conjunto de capacidades necesarias para alcanzar un diálogo integral (en el trabajo, la vida diaria y las actividades de esparcimiento social) con la tecnología. Al igual que las competencias básicas de lectoescritura, aritmética o pensamiento crítico, las habilidades digitales serán una parte imprescindible del proceso de aprendizaje inicial de las futuras generaciones y, sin importar nuestra edad actual, nos corresponde estar a la vanguardia de ese cambio. Por eso, he aquí algunas que no debemos perder de vista.
Este punto es clave para evitar perderse en la alarmante cantidad de noticias falsas y estafas que abundan en la red. De igual manera, nos exige afilar nuestro sentido crítico, capacidad interpretativa y nos acerca a trabajar con bancos de imágenes, por mencionar solo un escenario entre muchos, para reconocer un posible fotomontaje.
Las capacidades ilimitadas del mundo digital para guardar información, periodizarla y destacar detalles específicos de ella mediante una serie de filtros son esenciales en el quehacer diario de cualquier empresa. Así, por ejemplo, cuesta pensar en un emprendimiento que lleve sus procesos contables en papel, o en una agencia de publicidad que les pida a sus redactores entregar textos impresos. Existen numerosas soluciones de almacenamiento en la nube que facilitan la elaboración de un inventario casi portátil, sin importar si somos contadores o fotógrafos.
Los procesos de redacción y corrección de un documento importante se llevan a cabo de forma ágil y simultánea, sea cual sea el número de colaboradores que intervengan. Lo propio sucede con las reuniones virtuales, en las que cualquier participante autorizado puede grabar, compartir su pantalla y presentar imágenes o videos. Estos son apenas dos ejemplos que ilustran la manera en que esta experiencia ha evolucionado durante la era digital. Para aprovechar al máximo las posibilidades de interacción y diálogo entre colegas que los nuevos programas y aplicaciones ofrecen, debemos estar dispuestos a equivocarnos y aprender del error.