
La equidad de género debe forjarse desde los primeros años de vida. La educación con enfoque de género —también llamada coeducación— promueve valores de igualdad, respeto y corresponsabilidad desde la infancia, rompiendo estereotipos tradicionales que limitan el desarrollo de niñas, niños y jóvenes.
Según la UNESCO, la igualdad de género en la educación implica transformar todo el sistema educativo, desde el acceso, los contenidos, las prácticas pedagógicas y las oportunidades de aprendizaje, para garantizar que distintas personas accedan con igualdad de condiciones. Este enfoque permite que niñas y niños crezcan sin la presión de roles de género predeterminados, fomentando su autonomía, creatividad y posibilidad de elegir cualquier camino profesional.
Uno de los beneficios más relevantes de la coeducación temprana es que ayuda a interiorizar modelos de convivencia basados en el respeto y la igualdad. Desde edades tempranas, los niños y niñas están más abiertos a cuestionar estereotipos y a construir relaciones igualitarias. Además, este tipo de educación contribuye a erradicar la reproducción de patrones sexistas en la sociedad, al formar individuos capaces de valorar las diferencias sin prejuicios.
Implementar la educación con enfoque de género desde la infancia no solo beneficia al individuo, sino a la sociedad: con ello se promueve una cultura de equidad, respeto y dignidad, y se sientan las bases para oportunidades reales e igualitarias en lo educativo, social y laboral. Tal como señala un análisis internacional, es fundamental trabajar tanto en políticas de acceso como en prácticas pedagógicas y currículos inclusivos.
La implementación de este enfoque también requiere la participación activa de las familias y la comunidad. Cuando escuelas, docentes y hogares trabajan de manera conjunta, se refuerzan mensajes clave sobre igualdad, respeto y diversidad. Esto ayuda a que niñas y niños encuentren coherencia entre lo que aprenden en el aula y lo que viven en su entorno cotidiano. Además, involucrar a las familias en actividades, talleres y conversaciones sobre estereotipos y roles de género permite ampliar el impacto de la coeducación, generando cambios sostenibles en la convivencia y en la manera en que se conciben las oportunidades para cada persona.
Para lograrlo, es necesario que las instituciones educativas adopten un modelo de coeducación: revisar contenidos, formar al profesorado, garantizar espacios seguros, y promover actividades libres de estereotipos de género.
Promover una educación con enfoque de género desde la primera infancia es una inversión en equidad, en bienestar y en un futuro más justo. Contribuye a formar personas libres de prejuicios, capaces de construir relaciones respetuosas y oportunidades reales, sin importar su género.
