Impaciente, siempre de prisa. La impulsividad acelerada, la agitación constante y el movimiento frenético de la personalidad agitada e irritable constituyen comportamientos ansiosos y estresantes que no solo enfermen, alejan muchas personas del entorno al no resistirle su acelere e irritabilidad en lo que desemboca la actitud precipitada y sin tiempo del impaciente.
El fenómeno característico de esta personalidad es la falta de tiempo, vive corriendo, la prisa es la característica personal y el signo que la identifica, todas sus actividades y compromisos son esclavas del reloj.
No sólo su acción va de afán, su pensamiento vuela y la conversación se enreda cuando las palabras no alcanzan a salir a la misma velocidad de la mente, entonces la víctima de esta actitud se irrita y su impulsividad conduce a la improvisación inconsciente y a acciones desesperadas, frustrada por la demora y lentitud de los demás o por la dificultad de ganarle la batalla al tiempo.
Decidiendo sobre la marcha o mientras comen, las víctimas de este estado emocional, esperan que las cosas se hagan sin vacilación ni retraso, en su loca carrera olvidan que cada persona tiene su propio ritmo, camina y piensa diferente y también actúa de manera diversa, algo imposible en una mente afanosa y veloz. Se instalan, en ella, en cambio, la irritabilidad, la tensión y el mal humor, prefiriendo trabajar sola y no tener que soportar la lentitud y pérdida de tiempo de quienes actúan y piensan a menor velocidad, su precipitación la lleva a quitarles el trabajo a las personas más lentas que sufren su frenética compañía en el equipo o con quienes conviven.
El tiempo del recorrido del ascensor es eterno para el ansioso y veloz, impaciente, estresado por el cambio de semáforo y la velocidad del coche delantero, la enfermedad no debería durar tanto, según él, ni los remedios ser tan lentos en hacer efecto, pierde la paciencia y todo símbolo de serenidad frente a la lentitud del mensajero que trae la encomienda o el empleado en el restaurante que atiende su pedido. El motor encendido a toda hora y con el pie siempre en el acelerador no encuentra colega de trabajo que le aguante, para nadie es fácil soportar su ritmo, la soledad le espera.
Una vez que el impaciente se dé cuenta de la soledad a la cual conduce su despiadado afán y la carrera desbocada, concluye que, aunque su rendimiento y los resultados de su rapidez no son necesariamente negativos, representan una dificultad para los demás a quienes debe tratar con un poco de comprensión y empatía que induzcan la reducción de su ritmo y poder acomodarse al equipo, pensar más en el servicio y el trabajo colectivo que en el afán egoísta y sin tregua.
La cooperación es más significativa que la competencia y permite el desarrollo de la ternura relajada, la actitud amable y la gentileza en la convivencia, empatía para vivir en ambientes de tranquilidad y calma. Esto es posible en la medida que apliquemos la comprensión hacia los demás antes de esperar que nos comprendan a nosotros, en lugar de acosar, reducir nuestro impulso, cuando respetamos el tiempo ajeno, mejoramos el trato y recibimos gratitud a cambio.
Disminuir la agitación, la mente al pensar cómodamente da mayor claridad a la visión, evita las torpezas y caídas, concede espacio a la planeación de cada paso y permite admirar la belleza del mundo en escena y la importancia de su recorrido, percibiéndolo de manera consciente junto a la vida del entorno.
La paciencia nos enseña a aceptar las dificultades de manera tranquila, reaccionar normalmente ante las demoras imposibles de evitar, mirar la pandemia y sus efectos con ojos de esperanza, sin presión opera más fácilmente el efecto de un remedio, los nueve meses del embarazo fluyen normalmente sin la ansiedad ni acoso, el crecimiento de la planta, la puesta del sol y la evolución del tiempo con todos los procesos del cambio, la maduración y el fruto, la serenidad es preludio de sabiduría, de aprendizaje, de salud y paz, en el mar de la calma navega la belleza y el saber atrae a su alrededor la gente que huyó en la tempestad.
