En los últimos años, el aprendizaje ha dejado de centrarse únicamente en la acumulación de conocimientos. Hoy se reconoce que factores como las emociones influyen directamente en la forma en que estudiantes y profesionales incorporan nueva información. En este contexto, la inteligencia emocional se convierte en un recurso clave para lograr un aprendizaje más efectivo y duradero.
La inteligencia emocional hace referencia a la capacidad de reconocer, comprender y gestionar las propias emociones, así como de identificar y responder adecuadamente a las de los demás. Se trata de un conjunto de habilidades que, aplicadas en el entorno educativo, ayudan a manejar la frustración, potenciar la motivación y mantener relaciones positivas.
1. Motivación constante: cuando una persona sabe regular sus emociones, es capaz de mantener la motivación incluso frente a retos académicos exigentes.
2. Reducción del estrés: el manejo adecuado de la ansiedad y la presión permite mejorar la concentración y la memoria.
3. Mayor empatía y trabajo en equipo: en espacios donde el aprendizaje se comparte, como aulas o equipos de trabajo, la empatía fortalece la cooperación y enriquece la experiencia.
4. Mejora en la autoconfianza: reconocer las propias capacidades y limitaciones fomenta la seguridad para enfrentar nuevos desafíos intelectuales.
• Practicar la autoconciencia: dedicar unos minutos al día para reflexionar sobre cómo nos sentimos y qué factores influyen en esas emociones.
• Regular las emociones: usar técnicas como la respiración consciente o pausas activas en momentos de tensión.
• Fomentar la empatía: escuchar activamente a compañeros, profesores o colegas, validando sus puntos de vista.
• Establecer metas claras: tener objetivos alcanzables ayuda a mantener la motivación y evita caer en frustraciones innecesarias.
La inteligencia emocional potencia no solo la capacidad de aprender, sino también la de aplicar ese aprendizaje en la vida diaria. Un estudiante con estas habilidades no solo memoriza información, sino que aprende a resolver problemas con calma, se comunica mejor y encuentra en sus emociones un aliado para crecer.
El desarrollo académico y profesional no depende únicamente de cuántos libros se lean o cuántos cursos se realicen. La verdadera diferencia está en cómo se gestionan las emociones en el camino del aprendizaje.
En este sentido, Coomeva acompaña a sus asociados con programas de formación y bienestar que fortalecen tanto las competencias técnicas como las emocionales,
construyendo un aprendizaje integral y sostenible que abre más puertas hacia el éxito
personal y colectivo.
Referencias
• Goleman, D. (2020). La inteligencia emocional en la educación. Editorial Kairós.
• UNESCO. (2023). Educación socioemocional: clave para el aprendizaje integral.