Emprender va mucho más allá de tener una buena idea o querer ser independiente. Es una decisión valiente que implica disciplina, paciencia y mucha claridad sobre lo que queremos construir. Yo también creí que emprender era simplemente vender algo propio y tener más libertad. Y sí, algo de eso hay. Pero también hay retos, aprendizajes, y, sobre todo, una necesidad profunda de apoyo.
Al inicio, quise hacerlo todo por mi cuenta. Pero pronto entendí que tener una red que te respalde hace toda la diferencia. Y ahí empezó a cambiar mi manera de ver el emprendimiento.
Muchos emprendimientos no fracasan por falta de pasión, sino por falta de herramientas. Una de las decisiones más importantes que tomé fue buscar formación. Para entender cómo manejar mi flujo de caja, cómo proyectar ingresos, cómo estructurar precios… todo eso lo aprendí gracias a espacios como los que ofrece la Fundación Coomeva, que está pensada justo para quienes estamos dando los primeros pasos.
No se trata solo de cursos. Es un acompañamiento real, de personas que entienden lo que significa construir desde cero.
Emprender es inestable. Hay días de ventas altas y otros que te hacen dudar de todo. Tener acceso a beneficios como asesoría psicológica, recreación o incluso créditos con condiciones más humanas fue vital para mí. Y ahí es donde pertenecer a Coomeva ha hecho una diferencia enorme: además del apoyo formativo, encontré un ecosistema que promueve el bienestar del emprendedor, no solo su productividad.
Programas de ahorro, acceso a financiación con orientación previa y servicios pensados para quienes trabajamos por cuenta propia han sido clave para mantenerme firme, incluso cuando el camino se pone difícil.
Lo que más me ha sorprendido del ecosistema solidario que promueve Coomeva es el espíritu de comunidad. No se trata solo de competir, sino de compartir experiencias, alianzas, consejos. Poder conocer a otros emprendedores, escuchar cómo han sorteado dificultades similares, ha sido parte fundamental de mi crecimiento.
Desde la Fundación Coomeva también se promueven encuentros, redes y programas que fortalecen este tejido colaborativo que, sinceramente, vale oro.
Hoy veo mi emprendimiento con otros ojos. Ya no es solo una fuente de ingresos, es un proyecto de vida. Uno que se construye mejor cuando tienes a quién acudir, con quién aprender y dónde crecer.
Como señala el artículo de la Revista Dinero sobre el rol del emprendimiento solidario en Colombia: “cuando un emprendedor tiene acceso a educación financiera y apoyo emocional, sus probabilidades de sostener su negocio aumentan hasta en un 40%”. Ese ha sido, justamente, mi caso con Coomeva.
Referencias: