Es importante comprender que la palabra límite indica división, por tanto, si lo aplicamos a la crianza, permitirá que el adulto pueda regular y controlar hasta donde pueden llegar el comportamiento de sus hijos y las consecuencias de este. Actualmente y desde la educación hemos pasado de una crianza muy autoritaria impartida por nuestros padres a una más laxa, algunos autores hablan de que quizás la razón de ello, se debe a que muchos padres trabajan e intentan dar a sus hijos todo el amor de forma incondicional respondiendo automáticamente a todos sus deseos, dificultándoseles establecer límites a dichas peticiones o demandas de los hijos.
Es por esto que el límite entonces se asocia a las normas, a aquello que establecen los padres y/o cuidadores como permitido y no, ya no de forma autoritaria, pero sí más encaminada a las necesidades de los niños, niñas y adolescentes, ya que dichas necesidades a edades tempranas están asociadas a que el adulto pueda ayudar a solidificar el carácter de los niños, a que tengan un mayor control de sus emociones, ya que ello les permitirán ajustarse a las normas de convivencia social.
Por ello necesariamente debe existir un binomio autoridad- afecto, el cual permitirá que la frustración, que es el sentimiento como resultado a algo que no se logra realizar acorde a nuestros deseos, sea más tolerable para los niños, cuando existe claridad en los límites, los niños pueden tolerar con mayor facilidad por ejemplo un No, esto no quiere decir que los niños “mágicamente”, lo vayan a realizar, pero si facilitara que la contención que representa el límite, vaya ayudándole a tener mayor gestión de las emociones negativas, por eso los limites deben ser muy claros, de lo contrario los niños y en general los seres humanos, buscaran la forma de saltárselos, o no cumplirlos.