La igualdad de género es un derecho humano fundamental y un pilar esencial para lograr una sociedad próspera y sostenible. No obstante, a pesar de los avances y compromisos adquiridos por los estados, miembros de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), mujeres y niñas, quienes representan el 50% de la población global, enfrentan desafíos como: brechas salariales, violencias basadas en género, acceso limitado a educarse o capacitarse, desigualdades en la participación política, discriminación en el ámbito laboral y público, entre otros.
Por ello, el quinto Objetivo del Desarrollo Sostenible (ODS-5), de la Agenda 2030, plantea que superar estas barreras es crucial para “lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y las niñas”, y avanzar hacia una sociedad más justa e igualitaria (ONU, 2024).
De acuerdo con lo anterior, la inclusión de los liderazgos femeninos en los escenarios económicos, políticos, sociales y medioambientales, permitirá a nuestras sociedades desmontar las estructuras sistémicas que han promovido las desigualdades mencionadas. En tal sentido, tener en cuenta las voces y perspectivas de las mujeres deriva en el desarrollo integral y equitativo de los distintos espacios sociales. De ahí que su participación activa y decidida sea fundamental para la Agenda 2030.
Sin embargo, al examinar la implementación de los ODS en Colombia, se observa que existen rezagos en el cumplimiento, toda vez que las políticas y destinación de fondos no están completamente orientados a superar las distintas brechas sociales, incluida la del género (Chamorro et al, 2023). De otra parte, diferentes investigaciones adelantadas en Latinoamérica sobre emprendimientos liderados por mujeres, mencionan que la participación de estas en el ámbito económico, a través del emprendimiento, no deriva de una política social que promueva la equidad de género, sino de una respuesta ante las limitadas oportunidades laborales y económicas que ellas enfrentan. Es decir, el emprendimiento funciona como una plataforma de las mujeres para mitigar su pobreza (Finke, Osorio-Tinoco, y Laverde, 2021).
Es por ello que se requiere trabajar en estrategias que incorporen lineamientos específicos sobre la igualdad de género, así como en medidas urgentes destinadas a erradicar la discriminación y la violencia de género, y a promover el empoderamiento de las mujeres y las niñas, en todos los niveles de la sociedad.
Finalmente, es preciso mencionar que la educación es un mecanismo eficaz para cambiar las normas sociales y prácticas discriminatorias que perpetúan la desigualdad de género, toda vez que tiene el potencial de cuestionar la problemática de género, producir nuevos valores para promover la igualdad como derecho fundamental, y generar espacios de participación que propicien un ejercicio crítico sobre las desigualdades, y desafíen los estereotipos de género instaurados (Educativos, P., 2020). Además, la educación de niñas y mujeres genera beneficios significativos en diversos campos de la sociedad. Impulsa liderazgos y fortalece capacidades para participar activamente en la economía, la política y la vida social, cuestionando las relaciones hegemónicas y las estructuras de los poderes dominantes.
Fuentes:
Alejandra Rico Mavisoy - Magister en Sociología