El surf no es solo un deporte; es un diálogo constante entre el ser humano y el océano, una danza donde las olas son el compañero impredecible. Y si hay dos lugares en el mundo que entienden esta conexión a la perfección, esos son Hawái y Australia. Aunque separados por un vasto océano, ambos destinos representan mucho más que una meca para los surfistas: son destinos donde el agua cuenta historias y la adrenalina se mezcla con la cultura y el espíritu local.
En Hawái, cuna espiritual del surf, deslizarse sobre una ola es algo más que un logro físico; es un acto casi sagrado. Los antiguos hawaianos practicaban él he’e nalu, no solo como entretenimiento, sino como una forma de acercarse a los dioses y al maná, la energía espiritual que fluye en todas las cosas. Hoy en día, las playas como Oahu’s North Shore atraen a surfistas de élite que buscan dominar monstruosas olas como las de Pipeline, mientras que principiantes encuentran su primer romance con el océano en lugares como Waikiki, donde las olas largas y suaves son una invitación a aprender. Sin embargo, Hawái no se limita al surf. La vivencia se propaga más allá del agua. En este lugar, los días se inician con un vaso de açaí y concluyen con el sol sumergido en el horizonte, mientras el ukelele resuena en la lejanía. Es un sitio donde cada onda de surf parece narrar la historia de aquellos que llegaron antes, de las costumbres que todavía se esconden bajo el resplandor del turismo contemporáneo.
Australia, en cambio, lleva el surf en el ADN de su cultura moderna. Con más de 60,000 kilómetros de costa, ofrece un abanico de opciones que desafía la imaginación. La Gold Coast, con playas como Snapper Rocks, es un verdadero paraíso para los surfistas profesionales, mientras que Byron Bay, con su vibra bohemia, atrae a quienes buscan algo más que olas: una conexión espiritual y un estilo de vida desenfadado.
Las aguas cristalinas esconden arrecifes de coral que añaden una pincelada mágica a la experiencia, y, para los valientes, la costa oeste ofrece playas casi desiertas donde el surf se convierte en un encuentro íntimo entre tú y la naturaleza. Y, como Hawái, Australia también conecta el surf con la tierra. Después de un día entre las olas, nada se siente más auténtico que un barbie en la playa, con el olor a mar mezclados con el de camarones y pescado fresco asándose sobre las brasas. El surf aquí no termina cuando sales del agua; vive en la conversación relajada, en el sol que quema suavemente tu piel y en las risas que se llevan las olas. Te invito a que conozcas los programas que ofrece la cooperativa coomeva para sus asociados programas como el de recreación y turismo.