Vencer la procrastinación al estudiar o capacitarte: un método práctico para avanzar incluso sin motivación


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La procrastinación es uno de los mayores obstáculos cuando se trata de estudiar o capacitarse. No aparece porque la persona sea perezosa o desorganizada; suele surgir de la presión, del miedo a no entender un tema o simplemente de la dificultad para iniciar una actividad que exige concentración. Entender cómo funciona este bloqueo es el primer paso para superarlo. 

Una de las causas más frecuentes es la sobrecarga mental. Muchas veces se empieza a estudiar sin un plan claro, lo que hace que el cerebro perciba la tarea como un esfuerzo enorme. Para evitarlo, es útil definir un objetivo concreto y alcanzable para cada sesión. No se trata de “estudiar todo el capítulo”, sino de revisar dos conceptos, resolver un ejercicio o repasar una parte específica. La claridad reduce la resistencia inicial y facilita el arranque.

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El segundo elemento para derrotar la procrastinación es la gestión del ambiente. Un lugar desordenado, ruidoso o lleno de distracciones digitales complica cualquier intento de concentración. Preparar una zona destinada exclusivamente al estudio, silenciar notificaciones y tener a la mano solo lo necesario genera un entorno que invita a enfocarse. Incluso pequeñas acciones, como ajustar la iluminación o usar audífonos para aislarse, pueden marcar la diferencia.

Un recurso práctico es aplicar el método de intervalos. En lugar de estudiar sin pausas por largos periodos —lo que genera agotamiento y más evitación—, funciona mejor alternar bloques cortos de trabajo con descansos breves. Este esquema fortalece la constancia y disminuye el cansancio mental, permitiendo avanzar más sin sentir saturación.

También resulta clave trabajar la relación emocional con la tarea. A veces posponemos porque sentimos que el tema es difícil, porque tememos equivocarnos o porque creemos que no vamos al ritmo esperado. Convertir el estudio en un proceso más amable —reconociendo los avances, por pequeños que sean— ayuda a mantener la estabilidad emocional. Celebrar el progreso, tomar notas propias o repasar en voz alta convierte el aprendizaje en una experiencia más cercana y menos intimidante.

Por último, es útil recordar que no se requiere motivación para empezar. La acción genera motivación, no al contrario. Cuando se da el primer paso, aunque sea pequeño, el impulso llega solo. La clave está en establecer una rutina que funcione para cada persona y sostenerla con flexibilidad, sin perfeccionismo y sin presión excesiva.

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