En los últimos años, la economía colaborativa ha tomado fuerza como una alternativa innovadora frente a los modelos tradicionales de producción y consumo. Su esencia radica en compartir, intercambiar o alquilar bienes y servicios mediante plataformas digitales o acuerdos directos entre personas. Este modelo no solo representa una forma de optimizar recursos, sino también una oportunidad para generar ingresos adicionales, especialmente en tiempos de incertidumbre económica.
A diferencia del modelo convencional, en el que la propiedad es la base del consumo, la economía colaborativa se centra en el acceso. Ejemplos claros son las aplicaciones de transporte, las plataformas de hospedaje y los servicios de coworking. En lugar de comprar un carro o arrendar una oficina completa, las personas acceden al recurso solo cuando lo necesitan, reduciendo costos y maximizando su utilidad.
Este modelo trae consigo ventajas tanto para quienes ofrecen como para quienes consumen:
• Generación de ingresos: permite a los individuos monetizar activos que ya poseen, como una habitación libre en casa o un vehículo.
• Flexibilidad laboral: posibilita que cada persona decida cuánto tiempo invertir y cómo gestionar sus recursos.
• Sostenibilidad: fomenta un consumo responsable al disminuir la necesidad de producir nuevos bienes.
• Accesibilidad: brinda opciones más económicas a quienes requieren un servicio sin adquirirlo permanentemente.
En nuestro país, la economía colaborativa ha tenido un crecimiento significativo, sobre todo en sectores como transporte, hospedaje y mensajería. Jóvenes profesionales, emprendedores y familias han encontrado en estas plataformas una forma de diversificar sus ingresos. Además, pequeñas comunidades han utilizado este modelo para impulsar mercados locales, ofreciendo desde alimentos caseros hasta servicios especializados.
Pese a sus beneficios, la economía colaborativa enfrenta desafíos. Uno de los principales es la falta de regulación clara, lo que genera incertidumbre en temas laborales, fiscales y de seguridad. Además, no todas las personas cuentan con el acceso digital necesario para participar activamente, lo que puede ampliar la brecha entre distintos grupos sociales.
La economía colaborativa seguirá evolucionando gracias a la tecnología y a la disposición de las personas a compartir y confiar en este modelo. Adoptar estas nuevas dinámicas no solo significa generar ingresos adicionales, sino también transformar la manera en que concebimos el trabajo, el consumo y la cooperación.
En este contexto, Coomeva se convierte en un aliado clave, ya que ofrece programas de apoyo al
emprendimiento, asesoría financiera y alternativas de educación que potencian la capacidad de
adaptación en este entorno cambiante. Gracias a sus servicios, las personas cuentan con las
herramientas necesarias para participar activamente en la economía colaborativa y proyectar un
futuro más sólido y sostenible.
Referencias
• Botsman, R., & Rogers, R. (2010). What’s Mine is Yours: The Rise of Collaborative Consumption. Harper Business.
• Sundararajan, A. (2016). The Sharing Economy: The End of Employment and the Rise of
Crowd-Based Capitalism. MIT Press.