Equidad de género en Colombia

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En algunos sectores de nuestra sociedad, hablar de equidad de género, equivale a dibujar el estereotipo de la mujer feminista que no se depila. Contrario a ello, la discusión es seria y abarca debates de la vida social, económica, política y cultural. 

Abordar la "equidad de género", equivale a evaluar las diferencias y desigualdades entre los géneros y adoptar medidas específicas conforme a las necesidades propias del género en el acceso efectivo a derechos civiles y políticos con participación política, así como la garantía efectiva de derechos sexuales y reproductivos, y a la justicia.

Ahora bien, las desigualdades de género no operan en un vacío, factores como la raza, la clase social, la orientación sexual y la ubicación geográfica pueden cruzarse y ampliar el espectro de la discriminación y la opresión, históricamente marginadas y replegadas en: 

  • Las mujeres indígenas con desafíos como la exclusión social, la violencia estructural y la discriminación cultural.
  • Las mujeres afrocolombianas con discriminación racial y de género. La pobreza, la falta de acceso a servicios de salud y educación, y la violencia son problemas comunes en sus comunidades. El reconocimiento de sus derechos y la valoración de su cultura son fundamentales para su empoderamiento. 
  • Las mujeres rurales con múltiples desventajas, incluyendo el acceso limitado a educación, salud, y recursos económicos. Sus responsabilidades en el hogar y en la agricultura a menudo son invisibilizadas, lo que limita sus oportunidades de desarrollo.

Avanzar como sociedad implica reconstruir los conceptos de roles de género los cuales han sido históricamente construidos bajo una perspectiva patriarcal, donde se espera que las mujeres asuman principalmente responsabilidades en el hogar, el cuidado de la familia y el apoyo emocional, mientras que los hombres son vistos como los proveedores económicos.

Se requiere remplazar el orden actual de patriarcado excluyente, de opresión política, económica, cultural, social, y religioso, que es el que produce gran parte del desorden, el caos en la guerra y la violencia en el mundo. Tener una vicepresidenta no significa el fin del patriarcado, implica cambio de sistema y aplicación de leyes, es un salto evolutivo hacia una civilización diferente. No se trata de designar a una Margaret Thatcher o 20 de ellas en cargos representativos, quienes además deban actuar como el peor de los hombres para llegar a ocupar dicho lugar. Se trata de un progreso real que desequilibre el mundo mal balanceado, a favor de los hombres, y en donde se resignifique a las mujeres, quienes deben esforzarse el doble que los hombres para obtener la mitad del reconocimiento.

Avanzar hacia una verdadera equidad de género no es solo un deber ético, sino una necesidad fundamental para el desarrollo sostenible y la paz social. Es el momento de redefinir los roles de género y de erradicar las estructuras opresivas que limitan el potencial de las mujeres, con el objetivo de construir un futuro en el que todas las personas tengan las mismas oportunidades de prosperar.

Fuentes:

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