La hipertensión es un problema de salud pública muy común en el mundo. El riesgo de llegar a ser hipertenso en cualquier momento de la vida es cada vez más alto. La gravedad de la hipertensión está fuertemente relacionada con sus complicaciones, principalmente con el desarrollo de enfermedades cardiovasculares, principal causa de mortalidad en el mundo.
La hipertensión, ha sido denominada como “asesina silenciosa” porque de no controlarse ni detectarse a tiempo, ocasiona muchas muertes.
Para el control de la hipertensión es necesaria la toma de medicamento, los cuales actualmente son seguros, y altamente eficaces desde que sean empleados adecuadamente y en las dosis indicadas.
La hipertensión significa en términos sencillos, un exceso de presión arterial. La presión arterial es la fuerza que ejerce la sangre sobre las paredes de las arterias por las cuales circula. Las arterias son una clase de vasos sanguíneos que poseen paredes gruesas, que resisten el flujo de la sangre a gran velocidad, pero que soportan sólo cierto grado de presión, si ésta aumenta demasiado se manifiestan complicaciones a nivel cardiovascular.
La presión arterial es fundamental para la irrigación de todos nuestros tejidos, el aporte de oxígeno y sustancias nutritivas esenciales para su funcionamiento.
El diagnóstico de hipertensión debe hacerse mediante la medición de la presión arterial, procedimiento que proporciona información sobre el estado de salud circulatorio. El ciclo cardiaco consta de dos fases: Sístole (contracción de las cavidades cardiacas) y diástole (relajación). Por lo anterior, se consideran como componentes de la presión arterial: la presión máxima (sistólica) y la presión mínima (diastólica).
Para la medición de la presión arterial o tensión se usan los siguientes aparatos:
La hipertensión se diagnostica cuando se alcanzan niveles superiores a 140 mm Hg / 90 mm Hg. El valor saludable de la presión arterial es de 120 mm Hg/ 80 mm Hg. Algunos factores que influyen sobre la presión arterial provocando hipertensión son: