En el campo de la psicología clínica, la idea de que la sanación emocional sigue un recorrido lineal ha sido ampliamente cuestionada. Los modelos contemporáneos de regulación emocional, trauma y cambio conductual demuestran que los procesos de recuperación presentan oscilaciones naturales, tanto a nivel cognitivo como fisiológico. Lejos de ser un signo de retroceso, estas fluctuaciones forman parte del patrón esperado del cambio humano.
Uno de los marcos más utilizados para comprender este fenómeno es el Modelo Transteórico del Cambio (Prochaska & DiClemente), el cual describe el progreso como una serie de etapas cíclicas donde las recaídas y estancamientos son elementos intrínsecos. La investigación longitudinal muestra que las personas pasan varias veces por las fases de preparación, acción y mantenimiento antes de consolidar un cambio estable. Esto desmonta la expectativa cultural del “ya deberías estar mejor”, la cual no corresponde a cómo funciona el cambio psicológico en la práctica.
En el estudio del trauma, los hallazgos del modelo de procesamiento emocional de Edna Foa evidencian que, cuando una persona expone y reorganiza memorias dolorosas, es común que experimente picos temporales de malestar antes de observar mejorías sostenidas. Este patrón también se replica en tratamientos basados en evidencia como la Terapia Cognitivo-Conductual y la Terapia de Aceptación y Compromiso, donde el progreso suele medirse por la capacidad de tolerar, reencuadrar y resignificar experiencias internas, no por la ausencia inmediata de síntomas.
Desde la neurociencia, investigaciones sobre la plasticidad neural indican que el cerebro no adopta nuevos patrones de manera lineal. La consolidación de redes neuronales más adaptativas requiere repetición, exposición gradual a experiencias correctivas y periodos intermitentes de aparente regresión. Estos momentos no son fallas, sino ajustes del sistema nervioso mientras integra nueva información.
La idea de que “retroceder” implica fracaso es incompatible con los datos. En estudios sobre recuperación emocional, es común observar curvas ondulantes de progreso, donde las recaídas funcionales suelen preceder mejoras significativas. Esto se debe a que el sistema emocional, al enfrentarse a situaciones similares a las que originaron la herida, evalúa nuevamente sus recursos y reorganiza respuestas. Es un mecanismo adaptativo, no un error.
Comprender la naturaleza no lineal de la sanación ayuda a reducir la autocrítica y permite adoptar un enfoque más realista y clínico. Las intervenciones más efectivas son aquellas que integran educación emocional, regulación fisiológica y prácticas de flexibilidad psicológica, reconociendo que la recuperación verdadera no se mide por rapidez, sino por profundidad y estabilidad a largo plazo.
En síntesis, la evidencia es clara: sanar no es un trayecto recto, sino un proceso dinámico, cíclico y altamente individual. Aceptar este patrón no solo es más compasivo, sino más científicamente preciso.
Fuente:
